miércoles, 14 de marzo de 2007

Un tío normal

Antonio es un tío normal, sobrepasa por poco los 30 años. No tiene mujer, ni hijos. Lleva una vida tranquila en su trabajo como administrativo, y lucha cada mes para pagar su hipoteca. Este año las cosas no han ido mal, incluso ha conseguido ahorrar un poco y viajar por Camboya para conocer la cultura exótica y los encantos de Asia.
Lleva más de un mes esperando este viaje, y por fin hoy es el gran día. Embarca en el avión con destino al paraíso, a su paraíso, que por casualidad se convierte en el infierno para otros. Antonio ese chico normal, con traje de chaqueta y corbata, en Camboya es uno más de esos occidentales con camisas de flores y pantalón corto. La única diferencia con ellos, es que como buen español lleva sus chanclas sin calcetines.
Antonio baja del avión y comienza a pasear por las calles de esa ciudad cargada de luces de neón. Y está loco por disfrutar de sus atractivos turísticos. Lleva años pensando en este momento. Días y días descargándose foto de Internet, de niñas desnudas, practicando sexo, con caras de ancianos, cuerpos sin desarrollar. Por fin, estaba en un país donde una niña virgen tiene un precio, 150 euros. La mitad del sueldo anual de una familia.
Se encotraba en el paraíso y no desaprovechó ni un minuto en tierras camboyanas. Más tarde guardó su camisa de flores en la maleta, se puso su traje de chaqueta y pisó suelo patrio. Volvió a dejar de ser un sádico, un enfermo, para convertirse en ese tipo normal de traje gris. Eso sí, desde que volvió sus compañeros de trabajo han empezadoa verle dos cuernecillos y un pequeño rabo, producto de las infancias robadas en su viaje.
Eso sí, para realizar este tipo de acto, no hay que irse tan lejos, en España, en el prostíbulo a las afueras de nuestra ciudades, entre 5000 y 8000 menores de edad venden sus cuerpos a hombre con trajes grises, a tipos normales, a tu vecino, a tu tío, a tí...

1 comentario:

Anónimo dijo...

La persona más inesperada te puede sorprender con una miserable "aventurita" postvacacional de este tipo.

Me acuedo de un chico de la facultad, el más participavo en clase, siempre reivindicando, quejándose de los parloteos de la clase política, muy activo y, en teoría, bastante maduro. Pues bien, llegó el viaje de fin de carrera. Destino: La Habana. Al volver, quedé con el chico en cuestión y le faltó tiempo para contarme la "deliciosa anécdota" que le había convertido en un auténtico machote. Una chiquilla por cuatro duros, todo el día, para él solito.

Desde aquél día no me atreví a mirarle a los ojos. Y pensar que era el intelectualoide de la clase...