domingo, 4 de marzo de 2007

Mamá no quiero ser artista

La tele enomora. El cine ilusiona. Todo el mundo sueña y envidia a esas estrellas que brillan con luz propia, piensan pisar una alfombra roja. El glamour, el lujo, las joyas, los vestidos, los flashes... Sí, muchos darían todo por estar rodeado de esto. Hay gente que incluso entrega la infancia de sus hijos. Arrebata a los niños del parque, de la escuela, de la papilla y lo llevan a un mundo que desconoces, a horas y horas de trabajo, luces y focos.
La vida es una tómbola, tom, tom, tómbola. A unos le toca la fama, y se convierten en un personaje admirados por todos. Personajes que han tenido mucha suerte, porque todo a un número jugaron... Son afortunados, sus caras, sus rostros son admirados. Ya sea porque prefieren morir, antes que ir sencillas sin tacones de lunares. O porque tengan doce cascabeles en un caballo y sepan cantar también que su voz suene como la de un Ruiseñor de diminuto tamaño, o más bien pequeño.
Estos críos, en muchos casos fruto de las frustracción de sus padres, que ellos sí quisieron ser artistas, nunca sabrán lo que es la chista, el coro de las patatas, el escondite, la botella.. Pero sí conocen lo que es un casting, un backstage, tienen su propio manager y ganan mucho dineros. Euros que se convierten en aumentos de labios para su madre o en el deportivo de su padre. Al final, acaban en la droga, refugiados en el alcohol, buscando una infancia que nunca les será devuelta.
Tal vez, la madre cuando un juez le quite la custodia diga "que ellos disfrutan con esto", "qué su primer book fue la foto de su ecografía"... En este país es raro que un padre consiga la custodia de sus hijos, cuando esto pasa hay que mirar el porqué. Una buena razóne es que un niño falte 30 días al colegio en un trimestre. No es justicia, sino sentido común.

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